Violencia de pareja: cómo identificarla
Aún hoy día sigue existiendo una enorme prevalencia en la población femenina de padecer violencia en la pareja, cualificándose así como un tipo de violencia de género. Conocer el perfil del agresor y saber identificarlo es unos de los factores más importantes para huir de sus redes
¿Quién puede ser víctima de violencia de pareja?
Es posible que cualquier persona pueda ser víctima de violencia en la pareja, de cualquier clase social, independientemente de su educación, cultura o religión, sin embargo, es importante señalar que aún hoy día sigue existiendo una enorme prevalencia en la población femenina de padecerla, cualificándose así como un tipo de violencia de género y el tipo de violencia de pareja más extendida en todo el mundo y con una historia que se extiende a lo largo de los siglos.
No existe un perfil psicológico concreto que encaje en el perfil de víctima. Es más, esta persona puede ser fuerte y luchadora en ámbitos profesionales, sociales e incluso políticos y, en cambio, sin darse cuenta, puede haber caído en la trampa del abuso emocional. Se trata de una degradación psicológica que, sin duda, será exponencial y que, sin una intervención externa, conlleva alto riesgo de mortalidad.
Violencia de pareja: cómo identificar al agresor
El perfil del agresor, al contrario que en el caso de las víctimas, sí está delineado y, a través de una observación cuidadosa se puede identificar al perpetrador en potencia, ya sea para huir o ayudar a un conocido a hacerlo.
Basado en estudios psicológicos de perfiles de personalidad antisocial-paranoide-narcisista, y comprobado en el departamento federal de correccionales de los EEUU, se han podido agrupar los rasgos comunes en todo agresor bajo las siglas R.A.G.E. Rage en inglés significa rabia, enfado, ira o furia. Partimos de que este es el motor que conduce al deseo imparable de causar daño. Es un mal que suele empezar sutilmente por el maltrato psicológico, el chantaje emocional, el escarnio, la vejación o la humillación, hasta llegar al terreno físico que, como es sabido, escala hasta el mismo acto de llegar a matar.
Identificar el perfil del agresor se basa en estas cuatro características:
- R, por Rápido, Repetitivo e hyper reactivo. El individuo en cuestión muestra una gran rapidez en sus cambios de humor o cambios de actitud respecto a todo lo que vive como una amenaza de pérdida de control hacia la víctima. Se pondrá rápidamente en guardia a fin de reafirmar la dependencia de la víctima hacia ella. Las reacciones son, previsiblemente rápidas, astutas y repetidas. El uso de la violencia es sutil al principio y escala con el tiempo: del abuso emocional y la humillación se pasa a la intimidación amenazante.
- A, por Adusto, Áspero, enfadado, colérico. Los perpetradores, a menudo, provienen de familias disfuncionales, infancias duras e infelices, donde ellos mismos han sido víctimas del trato abusivo que ahora profesan. A menudo han sido testigos de actos de violencia, han crecido con el miedo y la falta de soporte afectivo. De adultos se convierten en personas emocionalmente inmaduras, inseguras, con una autoestima muy frágil, que necesita reafirmación constante para sacudirse el sentimiento de ineptitud. Tan pronto empiezan una relación íntimo-afectiva, aparecen los celos y la desconfianza, de manera que, cualquier señal de autonomía que su pareja pueda mostrar, será motivo para que marque su dominio territorial y reprima lo que vive como una amenaza.
- G, por Ganancia. Los autores de la violencia doméstica transforman la relación de pareja en una competencia de poderes, en una cuestión de ganar o perder. No pueden concebir diferencias de opinión ni aceptar compromisos, ni negociar diferentes puntos de vista. Ante el conflicto aprovecharán cualquier ventaja que les permita “ganarlo”. Usan armas como la intimidación o la mentira, o esconder información. Siempre serán unos competidores feroces. Por otra parte, intentarán mostrar la imagen de triunfadores siempre que puedan, sobre todo fuera de casa. Muy preocupados por lo que los demás puedan pensar de ellos, en situaciones sociales, muestran una caballerosidad exagerada, siendo siempre gentiles y simpáticos de cara al exterior, escondiendo con mucho tiento sus tendencias violentas. Incluso dan la impresión de ser emocionalmente más sólidos que sus parejas, a las que tratan como personas inestables o neuróticas.
- E, por Elusivo, Esquivo, Evasivo. Esta facultad es la que más atrapa a sus víctimas. Esta es la razón por la que personas inteligentes y sensibles muy capaces en otros ámbitos puedan encontrarse prisioneras de una relación de acoso emocional dirigida hacia la violencia. Los perpetradores/as son grandes actores, seductores y conquistadores. Ante la necesidad de dominar y poseer harán importantes esfuerzos para ganarse la dependencia y el control de la víctima, dando la impresión de ser parejas envidiables: acompañan a la pareja al trabajo, van a buscarles, les dan dinero a vistas de los demás, les llaman varias veces al día sin razón aparente, mandan flores… hacen todo lo que podrían parecer consideraciones pero que realmente son hilos de araña que van ahogando hasta sofocar la relación.
En general, cuando la víctima, más allá de la sospecha, empieza a ser consciente y se reconoce atrapada, es cuándo empezará a dar algún paso para romper esta rutina. Cabe esperar que, entonces, el agresor reaccione rápidamente (R), con aspereza (A), justifique su reacción culpando a la otra persona, ganancia (G), por haber “despreciado” o ignorado el ritmo o rutina al que él quiere ir (E).
¿Cómo huir de la violencia de pareja?
Es preciso remarcar que, una vez iniciada la huida, hay que actuar de manera firme hasta el final. No se debe dudar en buscar ayuda profesional de Psicología o Psiquiatría, protección policial o implicar a las autoridades judiciales pertinentes. Una vez el perpetrador se sepa delatado, se lo tomará como una cuestión de orgullo, sin valorar riesgos ni consecuencias. Se calcula que, si ya ha habido amenazas de muerte, el riesgo a que se complete el crimen aumenta hasta un 75% más que si la víctima “aguanta” o “tolera” el abuso. Aquí reside la importancia de identificar la situación tan pronto como sea posible y actuar con cautela, diligencia y gran convicción.
Por otra parte, el mecanismo de defensa elegido por los perpetradores es la autodesconexión de su conciencia moral. Fácilmente acuden a la disociación o enajenación de sentimientos tanto propios como hacia los demás. Les caracteriza una incapacidad para la empatía, de manera que raramente se sentirán culpables. Incluso una vez sentenciados y en la cárcel, lo único que lamentan es la pérdida de su libertad, pero no sienten remordimiento acerca del mal causado.
Desafortunadamente, las muertes por violencia doméstica siguen ocurriendo todos los días. De ahí la importancia de empoderar a las víctimas, romper el silencio aprendiendo a identificar los rasgos de RAGE tan pronto como presintamos ver o estar viviendo una relación violenta.