Tratamiento psicológico desde el enfoque transdiagnóstico
El Enfoque Transdiagnóstico se centra en los principales mecanismos cognitivos, emocionales y conductuales presentes en un gran número de problemas psicológicos muy frecuentes en la población
El Enfoque Transdiagnóstico es un Tratamiento Psicológico diseñado para aprender a regular las emociones y comportamientos de manera flexible y adaptativa. Se realiza, principalmente, a través de ejercicios individuales programados. Dicho tratamiento se centra en los principales mecanismos cognitivos, emocionales y conductuales presentes en un gran número de problemas psicológicos muy frecuentes en la población.
Se denomina Enfoque Transdiagnóstico básicamente por dos razones fundamentales: por una parte, se centra en procesos psicológicos básicos y comunes en el origen y mantenimiento de distintos problemas psicológicos; y por otra parte, se aplica a una amplia gama de Trastornos Emocionales y diagnósticos clínicos.
¿En qué consiste el Enfoque Transdiagnóstico?
Más allá de las particularidades de las distintas propuestas, se hace énfasis en los elementos o factores comunes que participan o bien en el origen, mantenimiento o incrementan la probabilidad de desarrollar Trastornos Psicológicos. En consecuencia, si se modifican esos elementos comunes, que incluyen entre otros procesos de atención, memoria, pensamientos, expectativas y algunas dimensiones de personalidad, se pueden prevenir posibles Trastornos Psicológicos habituales en la población general.
Terapia con Enfoque Transdiagnóstico
A nivel terapéutico, supone centrarse en estos aspectos nucleares comunes o dimensiones del funcionamiento personal que pueden estar alteradas (por ejemplo, atención excesiva a determinadas sensaciones o situaciones, hipervigilancia, recuerdos negativos o distorsionados, pensamientos automáticos, expectativas desajustadas, perfeccionismo, etc.), que en combinación con aspectos más específicos en cada caso individual, aumentan la incidencia en sintomatologías comórbiles subyacentes. Centrándose en estos aspectos, se contribuye a disminuir la probabilidad de desarrollar otros problemas psicológicos y se procura una mayor eficacia terapéutica.
Por ejemplo, una persona que sufre Ansiedad y acude a este tipo de tratamiento, aprenderá a identificar ante qué situaciones, pensamientos o reacciones físicas se disparan sus reacciones de Ansiedad y que es lo que hace en consecuencia, sus tendencias de pensamiento habituales, tales como la preocupación, darle vueltas a todo, anticipar consecuencias graves si ocurre lo que teme. A partir de este proceso de reconocimiento de su propia vivencia emocional, podrá desarrollar formas nuevas de interpretar las situaciones y sus posibilidades de hacer frente a la situación, aumentando su capacidad para tolerar y superar situaciones de malestar o incomodidad. Como consecuencia, su percepción de control ante situaciones mejorará, disminuyendo los sentimientos de tristeza e impotencia. Con lo cual se estaría previniendo el desarrollo de síntomas depresivos, mejorando aspectos de su autoconcepto y, por tanto, de su Autoestima ante situaciones adversas.