La terapia psicooncológica: ayudar a vivir, no a sobrevivir
La intervención desde la Psicooncología tiene por objetivo proporcionar herramientas preventivas y terapéuticas en asistencias individuales, familiares y grupales, que permitan elaborar el necesario proceso de Duelo ante el Cáncer
Dentro del transcurso de la enfermedad oncológica, el paciente vive un proceso habitual de Duelo, el cual es sano y necesario como adaptación ante una serie de pérdidas (de la salud, de la identidad, de autoestima, de estabilidad y seguridad, del rol habitual en la familia, en el trabajo, en la vida sexual, la esperanza, de las creencias, etc.) independientemente del tipo de Cáncer que se padezca.
La Psicología, en este caso, busca ofrecer apoyo especializado a los pacientes y sus familiares en todas las etapas de la enfermedad con el objetivo de potenciar estrategias de afrontamiento, que permitan la adaptación a la enfermedad, así como la coordinación con otros profesionales para garantizar una atención integral. En este tipo de intervención se ha demostrado que, además de la terapia individualizada, los grupos de ayuda mutua son grandes favorecedores de los mencionados procesos.
¿En qué consiste el trabajo terapéutico con el paciente oncológico?
Las metodologías a usar son de diversos tipos: psicoterapéutico, técnicas de relajación, arte terapia, etc. Pero, en general, el objetivo consiste en ayudar a la persona en tratamiento a expresar lo que está sintiendo, aunque esto sea doloroso, ya que es necesario sentirlo, compartirlo, expresarlo para poder generar un sentido de esperanza. Se trata de no hacer nada en especial más que tratar al enfermo o enferma como persona por encima de todo, es decir, a menudo es simplemente “acompañar”.
Como recomendaciones a los familiares y acompañantes se procura trabajar aspectos como la importancia del autocuidado personal para poder cuidar del otro.
Afrontar el desapego del ser querido
En gran medida, el trabajo terapéutico se centra en un acompañamiento encaminado a la elaboración del desapego, puesto que no es tan sencillo dejar que un ser querido se marche y poder darle permiso para que así sea, e incluso, darse uno mismo el permiso para irse.
Es necesario evitar la autodestrucción o proceso de “morir en vida” y encaminar el proceso de pérdida hacia la serenidad personal y familiar como proceso de crecimiento personal y oportunidad para integrar en uno mismo la vida compartida con el otro.
Dichos procesos de elaboración no tienen un tiempo determinado de resolución puesto que dependerá de muchos factores (el tipo de unión o relación entre las personas, la situación y ciertos factores externos). Se trata de generar espacios de confianza en los que ayudar a vivir, no a sobrevivir.