El uso del láser permite operar las amígdalas sin necesidad de extraerlas
La solución al problema de las Amigdalas con importantes repercusiones sobre la salud del niño, suele pasar por una intervención en la que se extirpan las amígdalas y vegetaciones. Sin embargo, existe una técnica alternativa a la extracción que se está aplicando con excelentes resultados y que permite conservar una parte de las amígdalas y mantener al 100% su función, que es la fabricación de anticuerpos. La intervención se realiza mediante láser de dióxido de carbono (CO2), cuya precisión permite recortar el tamaño de las amígdalas, conservando el 30% de tejido.
Este tipo de técnica, usada por primera vez en Suecia hace varios años y, actualmente, muy extendida en Estados Unidos, evita, además, el dolor y el riesgo de complicaciones de la operación convencional. Esta técnica es perfectamente viable y es una alternativa a la Amigdalectomía tradicional. A diferencia de la cirugía común, la reducción amigdalar con láser se realiza en régimen ambulatorio, es decir, sin necesidad de ingreso del paciente, de manera que se reducen los gastos sanitarios.
El niño normaliza la capacidad de deglución a las pocas horas, lo que contrasta con los pos-operatorios lentos y muy dolorosos, propios de la extirpación amigdalar, que, además, implican riesgo de hemorragias en el 5% de los casos. Los riesgos que comporta esta técnica convencional impiden que el niño pueda ser intervenido antes de los tres años, algo que no sucede con la reducción del tejido con láser de CO2, que puede practicarse a cualquier edad. Los niños con las amígdalas excesivamente grandes tienen una respiración agitada cuando duermen, suelen tener pesadillas y deben realizar un excepcional esfuerzo respiratorio.
Un estudio publicado en la revista especializada Pediatrics, realizado con 866 niños, revela que en los niños menores de ocho años que tienen el sueño alterado porque roncan hay un riesgo tres veces superior de ser hipercinéticos (hiperactividad y déficit de atención), lo que se traduce, normalmente, en fracaso escolar.
Estos niños tienen, además, mayores posibilidades de presentar un retraso en el crecimiento, a causa del alto consumo de calorías al dormir, ya que luchan por coger el aire en lugar de descansar, y porque tienen disminuida la fase más profunda del sueño, conocida como REM, durante la cual se fabrica más hormona de crecimiento. El hecho de que el niño tenga que dormir con la boca abierta le puede ocasionar, además, malformación dental y del paladar, así como hundimiento del tórax, sudoración nocturna y cefalea matinal, por la reducción del aporte de oxígeno. Cuando, además de ronquidos, existe apnea, el problema puede provocar muerte súbita, aunque eso solo ocurre en casos excepcionales.
El otorrinolaringólogo explica que el ronquido de los niños provocado por el excesivo tamaño de las amígdalas no guarda similitud con el ronquido de los adultos, el cual se debe a otros factores, como la obesidad o el excesivo grosor del paladar.