Controlar la Ansiedad
Todo el mundo, en algún momento de su vida, ha sufrido o sufrirá Ansiedad, una sensación natural que, en algunas personas, puede llegar a convertirse en un problema de salud. Saber cómo actuar cuando aparece y pedir ayuda si es necesario resulta fundamental para evitar complicaciones
La Ansiedad, del latín "Anxietas", responde en general a un estado desagradable, mezcla de agitación, temor e incertidumbre. Es parte indisoluble del ciclo evolutivo del ser humano. Para Kierkegard, la Ansiedad es un componente existencial necesario de la libertad. Es parte integrante de la opción de escoger.
Aunque se trata de una sensación natural, la Ansiedad puede convertirse en un problema de salud, especialmente en persona vulnerables. Cuando conlleva un claro sufrimiento, hay que pedir ayuda.
La Ansiedad Natural
La terminología clásica discernía entre miedo (reacción a una amenaza concreta) y Ansiedad (reacción a una amenaza incierta o desconocida). En general, en la Ansiedad se combina una percepción psíquica gante junto con un variado abanico de manifestaciones de tipo neurovegetativo, tales como sudoración, palpitaciones o taquicardia, temblores, Cefalea, sequedad de boca o dificultad para respirar, entre otros síntomas.
Como hemos dicho, la Ansiedad es una compañera de viaje habitual en el crecimiento y maduración del ser humano. Así lo evidenciamos en las situaciones difíciles, problemáticas (situaciones estresantes), en las que, si la intensidad es suave o moderada, suele facilitar una mejor respuesta adaptiva que permita superar dichos retos.
El Estrés, en general, es someter a una persona a un mayor o menor grado de sobrecarga o dificultad. Distintas personas toleran distintos grados o modalidades de Estrés, es decir, se trata de un elemento altamente individualizado. Su acepción original inglesa lo define muy bien: el Estrés es el punto inmediatamente anterior a la ruptura de un metal al ser sometido a dos fuerzas contrapuestas.
Lógicamente, existen rasgos de personalidad (como alta expresividad emocional, experiencias previas, referencias vitales confusas, etc.) que aumentan la vulnerabilidad a experimentar la Ansiedad.
La Ansiedad Patológica
En otras ocasiones, la Ansiedad, bien cuantitativa o cualitativamente, rebasa los límites “normales” de referencia, dañando la capacidad funcional de la persona, tanto en la esfera profesional como social, familiar o personal.
Es la Ansiedad Patológica o Mórbida. Se podría decir que esta reacción emocional actúa a nivel cognitivo-subjetivo (provocando tensión, hipervigilancia, miedo, inseguridad, etc.), motor (podemos tartamudear, quedarnos paralizados, andar de lado a lado, etc.) y fisiológico (experimentando Nauseas, sensación de inestabilidad, sequedad de boca, Dolor de Cabeza...).
Se puede distinguir clínicamente entre los estados de Ansiedad generalizada y los trastornos de pánico. En el primer caso la Ansiedad es difusa, pertinaz, asociada a múltiples síntomas somáticos creando una situación muy desasosegante al no permitir que la vida de una persona discurra con normalidad, y causando un considerable sufrimiento psíquico.
En el segundo caso, el paciente experimenta súbitos “ataques de Ansiedad” o pánico, altamente incapacitantes y que provocan un gran temor a que puedan paciente repetirse, provocando las llamadas conductas de evitación (el paciente puede recluirse en casa como única “zona segura”). Los estados de Ansiedad mórbida son muy frecuentes, rondan el 5% de la población general.
El sexo femenino dobla en cifras al masculino. Es con creces la patología más frecuente en cualquier consulta generalista.
En algunas situaciones difíciles o estresantes, la Ansiedad Moderada puede facilitar una mejor respuesta adaptativa.
El tratamiento
En general, la intervención profesional suele ser muy positiva. Entre las soluciones más eficaces destaca la Terapia Psicológica de carácter Cognitivo-Conductual, mediante la que el psicólogo proporciona al paciente una serie de ejercicios para aprender a dominar las situaciones ansiógenas, detener los pensamientos negativos, modificar las creencias distorsionadas (creencias que hacen que la persona vea como amenazante una situación que no lo es), etc.
En un buen número de casos, muy especialmente en los Trastornos de Pánico, es necesario y muy positivo añadir una terapia farmacológica poco agresiva mediante la intervención de un médico Psiquiatra, facilitando así la buena respuesta del paciente.
Es de resaltar que, en muchas ocasiones, el paciente, tras vencer un estado de Ansiedad Mórbida, sale reforzado en su autoestima y en su capacidad para afrontar cualquier reto existencial (“sabe” más de sí mismo y además posee “mejores armas” cognitivas).
No es de extrañar que sea así, ya la filosofía griega daba mayor importancia a la reacción del individuo ante la adversidad que ante continuas situaciones placenteras.